Leyendo mi poesía social de hace dos años. Cuando viene a España, estaba decidida en no ver noticias de mi país que me llenarán de tristeza e impotencia.
Pero no puedes tapar el sol con un dedo, allá donde vayas escuchas el grito de la injusticia, la desidia y la maldad que tus hermanos sufren.
¡Oh Dios de los desamparados!
(Tomo mi cabeza entre mis manos)
Un inocente se transformó en despiadado
(Mis manos aún tiemblan al recordar)
Un inocente que creía en la justicia
(Mis ojos se nublan por las lágrimas)
Un inocente que luchaba sin malicia
(Suspiro recordando sus ojos)
Ahora sus ideales son infernales
(Oprimo mis parpados con fuerza,
Necesito olvidar ese recuerdo)
Antes, sus ideales eran celestiales.
Sucia sociedad que transforma al oprimido
Algunas veces en una lápida fría
Y otras veces en infierno maldito;
Ser miembro de una sociedad que te apuñala.
A ti que no te andas con rodeos
que miras a los ojos,
El miedo a la verdad
no te asusta, no ensombrece.
Las injusticias te llaman,
constantemente te arrebatan.
Más no hay sangre en tu mirada.
El agua cristalina
Por tu cuerpo emana,
arrastra
los resultados incipientes;
infamias y desdichas.
Aclamas la justicia
Sin ensombrecer tu mirada.
Elia Santos
2020
con sus cuencas vacías. Los pájaros pueden alojar la delgadez
de la violencia entre patas y picos. La guerra fría
tiene su mano azul y mata.
La niñez, aquella de los cuidados cabellos de vidrio,
no la hemos conocido. Nosotros nunca hemos sido niños.
El horror
asumió su papel de padre frío. Conocemos su rostro
línea por línea,
gesto por gesto, cólera por cólera. Y aunque desde las colinas admiramos el mar
tendido en la maleza, adolescente le blanco oleaje,
nuestra niñez se destrozó en la trampa
que prepararon nuestros mayores.
Hace ya muchos años
la alegría
se quebró el pie derecho y un hombro,
y posiblemente ya no se levante, la pobre.
Mirad.
Miradla cuidadosamente.
Desde niña estuve interesada en el mundo de la literatura, en la pequeña ciudad donde crecí se hablaba con frecuencia de este gran poeta «Roberto Sosa» quien era originario de mi querido pueblo Yoro, Yoro. Cuando pasaba frente a su casa familiar imaginaba su vida de infante. Mi abuela frecuentaba a su hermana que vivía en la casa familia de los Sosa y yo con curiosidad evaluaba cada rincón de aquella casa. No me era permitido meterme en conversaciones de adultos, así que sentada en un rincón mientras mi abuela hacía su visita esperaba ansiosa que saliera a relucir el tema del gran poeta quien en 1990 el gobierno de Francia le otorgó el grado de Caballero en la Orden de las Artes y las Letras.
En la adolescencia me atreví a hacer su bibliografía, así que decidí presentarme a la casa de él y hablar con su hermana. Roberto Sosa ya vivía en la ciudad capital de Honduras «Tegucigalpa» con cuaderno y lápiz en mano hice toda clase de preguntas, todas las que tenía pendientes, su hermana una mujer humilde y colaboradora satisfizo todas mis dudas.
Mi poema favorito de él es «Los pobres» que ya he publicado con anterioridad.
Julio Florencio Cortázar Descotte, nació en Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914. Escritor, traductor e intelectual de nacionalidad argentina, solicitó y le fue concedida la nacionalidad francesa en 1981, renunciando a la de su origen en protesta por la política del gobierno argentino.
Estar en contacto con guerras y diplomacias, le hizo ser consciente de la realidad de ese mundo como él mismo escribió «La Revolución cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura» (La fascinación de las palabras).
Este poema corto, pero de gran peso, nos demuestra su sensibilidad social y la forma en que estos conflictos políticos le afectan. Además de su narrativa y su obra poética fue un excelente traductor. Murió en París, Francia, el 12 de febrero de 1984.
José Martí, A mis hermanos muertos el 27 de noviembre Imagen: Facebook
José Martí es uno de mis escritores favoritos, especialmente su poesía, me encanta como deja sus sentimientos en cada verso, mi poesía favorita «La niña de Guatemala«.
De origen cubano, político, pensador, filósofo, revolucionario y poeta. Admiro sus historia y constantemente leo sobre su vida y filosofía.
Les dejo mi segunda poesía favorita de José Martí, un poema muy sentido, dedicados ocho estudiantes de medicina que fueron fusilados injustamente el 27 de noviembre de 1871 en la Habana, Cuba.
A mis hermanos muertos el 27 de noviembre
Cadáveres amados los que un día Ensueños fuisteis de la patria mía, Arrojad, arrojad sobre mi frente Polvo de vuestros huesos carcomidos! ¡Tocad mi corazón con vuestras manos! ¡Gemid a mis oídos! ¡Cada uno ha de ser de mis gemidos Lágrimas de uno más de los tiranos! ¡Andad a mi redor; vagad en tanto Que mi ser vuestro espíritu recibe, Y dadme de las tumbas el espanto, Que es poco ya para llorar el llanto Cuando en infame esclavitud se vive!
Y vime luego en el ajeno lecho, Y en la prestada casa, y en sombría Tarde que no es la tarde que yo amaba. ¡Y quise respirar, y parecía Que un aire ensangrentado respiraba! Vertiendo sin consuelo Ese llanto que llora el patrio suelo, Lágrimas que después de ser lloradas Nos dejan en el rostro señaladas Las huellas de una edad de sombra y duelo,- Mi hermano, cuidadoso, Vino a darme la calma, generoso, Una lágrima suya, Gruesa, pesada, ardiente, Cayó en mi faz; y así, cual si cayera Sangre de vuestros cuerpos mutilados Sobre mi herido pecho, y de repente En sangre mi razón se oscureciera, Odié, rugí, luché; de vuestras vidas Rescate halló mi indómita fiereza… ¡Y entonces recordé que era impotente! ¡Cruzó la tempestad por mi cabeza Y hundí en mis manos mi cobarde frente!
Y luché con mis lágrimas, que hervían En mi pecho agitado, y batallaban Con estrépito fiero, Pugnando todas por salir primero; Y así como la tierra estremecida Se siente en sus entrañas removida, Y revienta la cumbre calcinada Del volcán a la horrenda sacudida, Así el volcán de mi dolor, rugiendo, Se abrió a la par en abrasados ríos, Que en rápido correr se abalanzaron Y que las iras de los ojos míos Por mis mejillas pálidas y secas En tumulto y tropel precipitaron.
Sobre un montón de cuerpos desgarrados Una legión de hienas desatada, Y rápida y hambrienta, Y de seres humanos avarienta, La sangre bebe y los muertos mata. Hundiendo en el cadáver Sus garras cortadoras, Sepulta en las entrañas destrozadas La asquerosa cabeza; dentro del pecho Los dientes hinca agudos, y con ciego Horrible movimiento se menea Y despidiendo de los ojos fuego, Radiante de pavor, levanta luego La cabeza y el cuello en sangre tintos: Al uno y otro lado, Sus miradas estúpidas pasea, Y de placer se encorva, y ruge, y salta, Y respirando el aire ensangrentado, Con bárbara delicia se recrea. ¡Así sobre vosotros -Cadáveres vivientes, Esclavos tristes de malvadas gentes-, Las hienas en legión se desataron, Y en respirar la sangre enrojecida Con bárbara fruición se recrearon!
Pero, ¿cómo mi espíritu exaltado, Y del horror en alas levantado, Súbito siente bienhechor consuelo? ¿Por qué espléndida luz se ha disipado La sombra infausta de tan negro duelo? Ni ¿que divina mano me contiene, Y sobre la cabeza del infame Mi vengadora cólera contiene?…
¡Ellos son! ¡Ellos son! Ellos me dicen Que mi furor colérico suspenda, Y me enseñan sus pechos traspasados, Y sus heridas con amor bendicen, Y sus cuerpos estrechan abrazados, ¡ favor por los déspotas imploran! ¡Y siento ya sus besos en mi frente, Y en mi rostro las lágrimas que lloran!
¡Y más que un mundo, más! Cuando se muere En brazos de la patria agradecida, La muerte acaba, la prisión se rompe; ¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
¡Oh, más que un mundo, más! Cuando la gloria A esta estrecha mansión nos arrebata, El espíritu crece, El cielo se abre, el mundo se dilata Y en medio de los mundos se amanece.
¡Déspota, mira aquí como tu ciego Anhelo ansioso contra ti conspira; Mira tu afán y tu impotencia, y luego Ese cadáver que venciste mira, Que murió con un himno en la garganta, Que entre tus brazos mutilado expira Y en brazos de la gloria se levanta! No vacile tu mano vengadora; No te pare el que gime ni el que llora; ¿Mata, déspota, mata! ¿para el que muere a tu furor impío, El cielo se abre, el mundo se dilata!
Ya nada queda del murmullo que encendía la hoguera
Las voces silentes se disipan; la llama se vuelve cenizas
Entre la multitud se agitan los desamparados
Nadie los observa; sus voces y su presencia no coinciden
Caminan con pasos cansados, sus labios solo saben monosílabos
Creen que no tiene derecho a soñar, y agradecen la miseria
que otros con segunda intención les ofrecen sin mirarlos
Se alegran y rezan por una acción denigrante
Es posible que mueran en el silencio inexistente
de sus propias vidas y aún así, recuerden con gratitud.
Elia Santos
2020