
Déjame que esparza manzanas en tu sexo néctares de mango carne de fresas; Tu cuerpo son todas las frutas. Te abrazo y corren las mandarinas; te beso y todas las uvas sueltan el vino oculto de su corazón sobre mi boca. Mi lengua siente en tus brazos el zumo dulce de las naranjas y en tus piernas el promegranate esconde sus semillas incitantes. Déjame que coseche los frutos de agua que sudan en tus poros: Mi hombre de limones y duraznos, dame a beber fuentes de melocotones y bananos racimos de cerezas. Tu cuerpo es el paraíso perdido del que nunca jamás ningún Dios podrá expulsarme.
No sé si has escuchado hablar de ella. Gioconda Belli es una escritora nicaragüense, que deja ver su vida personal a través de sus escritos. Siempre fue muy comprometida políticamente, incluso participando activamente del proceso revolucionario de su país.
Si hacemos una revisión de sus novelas, ensayos y poemas, se puede ver que desde siempre la libertad y la igualdad fueron sus pasiones. Se la considera una gran luchadora por los derechos de la mujer, y hace referencia continuamente a este tema en su obra. Su libro “El país de las mujeres” (2010), tiene su centro en esta temática.
Sus poesías son muy variadas en cuanto a los temas que tocan, pero muy simples y sencillas. Esto hace que sean muy populares y difundidas, ya que para disfrutarlas no hace falta una gran erudición, sino tener la sensibilidad necesaria.
En este caso, hemos elegido una poesía que tiene una gran carga erótica. Usando la comparación con las frutas, la poetisa trata de expresar el amor y la pasión que siente por su amado. Nos parece muy bueno este recurso, ya que la experiencia sensitiva de comer una fruta nos remite a lo dulce, jugoso, fresco, tierno y suave.
La experiencia amorosa tiene algo parecido. Y utilizar las frutas para describirla es algo erótico y cómico a la vez. Sin nombrar partes del cuerpo o situaciones, con la mención de las frutas podemos figurarnos a lo que se refiere.
Pero los versos finales son los más geniales. Allí compara a su amado con el paraíso perdido del que habla la Biblia. Allí, el primer hombre y la primera mujer podían comer de los frutos de todos los árboles. Es decir, que vivían disfrutando del sabor y las sensaciones que las frutas le proveían.
Del mismo modo, ella quiere disfrutar de este jardín del Edén, sin que nadie pueda jamás echarla de él. ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Te parece interesante la poesía que contiene un poco de erotismo? Cuéntamelo y lo charlamos juntos. Te leo en los comentarios.