Carminda caminaba apresurada, ofuscada y llena de fastidio. -¡Viernes Santo! -dijo molesta sin levantar la mirada, pues estaba segura que sus ojos se encontrarian con veraniantes semidesnudos, algunos con cerveza en mano. Así que solo escuchaba la algarabia, sin poder hacer nada se abrio paso como pudo entre las personas, caminó más a prisa, el sudor se desprendia de su frente, de sus senos, su ropa estaba adherida a su cuerpo, de pronto sintio cuanto le estorbaba lo que llevaba con tanto apuro; hojas verdes, un crucifijo y mantas moradas.
Suspiró de alivio, ya podia vislumbrar a una cuadra la iglesia, con nostalgia arregló lo que seria la última estación.
-Está más llena la playa que la iglesia- pensó. Se incó y rezó fervientemente la última estación.
Elia Santos
Abril 2019