Ante la víspera de Navidad y Año Nuevo, saqué mi libro viejo que contenía algunas grietas en su empaste. Sacudí el polvo produciéndome un estornudo, pero sin importar mis alergias, lo abrí ansiosa.
Era mi costumbre leerlo cada año en diciembre, cuando las gotas del rocío aún caen a las diez de la mañana, el cielo está opaco y el frío invita a acurrucarse. El aroma de pan y galletas recién horneadas inundan la casa entera, y en la casa vecina se escucha alboroto ante el intento de matar un cerdo.
Esa es la perfecta combinación para releer aquel libro de misterio infantil. Me pongo bien mis peludos calcetines de rayas multicolores y me acuesto en la cama superior del camarote. Poco a poco aquel aroma de pan, carne y bullicio se empieza a combinar con montañas nevadas, el miedo y el suspenso.
Elia Santos
2017
¡Que bello y que tierno!
Besos.
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Gracias María.
Besos.
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